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Mostrando entradas de 2016

El ave

  Desde antes de que comenzara  el concierto de Iggy Pop me encontraba con mi nena en primera fila, justo detrás de la valla de seguridad que separaba a Iggy de su público. Una niña (porque yo, con 35 años en mi haber, ya veo a las mujeres de 18 como niñas) se acercó por detrás y me susurró al oído sin que mi nena se diera cuenta. Deberías dejarme adelante tuyo, mira que soy más bajita y podríamos hacer más cosas, dijo. ¿Perdón?, respondí en voz alta, sorprendido ante lo que me acababa de decir. No había escuchado mal, pero en mi cerebro algo había hecho “crack”. En esas mi nena se volteó y miró a la niña. Más que imaginar cualquier cantidad de imágenes sexuales con esta niña de 18 años (no lo niego, estaba buena), lo primero que vino a mi mente fue mi sobrina, Martina, de más o menos la misma edad. La imaginé saliendo con un man de mi edad o mayor. Claro, está en su derecho, sería incapaz de juzgarla, además soy el tío chévere, ¿cómo podría?, pero la idea me chocó como una botella ll

Madre tierra

A José Isidoro, mi papá abuelo Mis momentos de cordura son cada vez más escasos. Por lo menos todavía estoy en la capacidad de distinguir entre una alucinación y un momento de lucidez. Mis ochenta y un años me sirven de referencia: si veo a mi madre, Alicia, sé que estoy alucinando; si veo mis manos decrépitas y el resto de mi cuerpo enjuto y vetusto, sé que estoy en la realidad.    Aunque la Levadopa controla los temblores en mis manos, y el Razadin hace que no olvide tan pronto las cosas, he de sucumbir entre movimientos involuntarios y una mente completamente en blanco mientras espero el llamado de mi Dios. Por fin sabré qué hay más allá de este camino tortuoso e infernal llamado vida.    La tierra me espera. En ella habrá de pudrirse este cuerpo maltrecho; en ella habré de nacer de nuevo. Y entonces allí, abajo, sobre bultos de tierra fértil, probaré con mi lengua sus sollozos, palparé sus lamentos entre mis dedos y oleré la tristeza de los que me amaron y amé, aunque ya

Tres menos cuarto

A Fabián García y Jaime Rodríguez    12:27 a.m. Julio, Roberto y yo estábamos en mi cuarto, hablábamos en ese momento de I Want To Talk About You, de John Coltrane, en vivo en el Newport Jazz Festival de 1963. Sonaba el vinilo en mi viejo tocadiscos comprado en el centro de Bogotá, en un callejón por la 19, antes de llegar a la Séptima; era un edificio de tres pisos muy antiguo y lleno de locales poco agradables a la vista, repletos de cables y chatarra. Recuerdo que lo vi y me dije   « ése es » . El dueño del sitio, un hombre enjuto, moreno y de gafas gruesas, lo limpió y engrasó. Para probar el funcionamiento del tocadiscos puso la canción So What del vinilo Kind Of Blue de Miles Davis. Al sentir las vibraciones de la aguja desplazándose a través de la línea del acetato vi en mi mente la trompeta de Miles Davis, el saxofón tenor de John Coltrane, el piano de Bill Evans, la batería de Jimmy Cobb y el profundo y melancólico bajo de Paul Chambers. Nunca antes me había enam

La espera

Voy por mi séptimo cigarrillo. Realmente estoy muy ansioso. Me paré frente a su apartamento hace una hora. Me pregunto si no estará. No he notado movimiento en la ventana de su sala. Lamento mucho que ya no me deje entrar desde nuestra última discusión. Si tan sólo… Bueno, no importa, prefiero no pensar en el pasado. Que nos veamos afuera de su apartamento, no es problema. Tengo suerte de que todavía me hable. La espera me está matando. Nada que oscurece lo suficiente como para que tenga que encender la luz de la sala y yo sepa que está allí. ¿Y si timbro de nuevo? A lo mejor el timbre está dañado. ¿O si lanzo una piedrita hacia la ventana de la sala? No. Una vez me dijo que no lo hiciera nunca. No sé en dónde se pudo haber metido. Ya debería estar en su apartamento, o mejor, afuera de él atendiéndome.    Dije que prefería no pensar en el pasado pero me resulta imposible dado que estoy impaciente porque nada que llega y yo sigo aquí esperando al frente de su apartamento. Octavo ciga