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Mostrando entradas de 2014

El Punk no muere [Parte I]

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La noche es el escenario perfecto, el lugar en el que puede salir esa parte de mí que está oculta a la sociedad, esa que mira y escupe en lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos... De día y hasta las 3:30 de la tarde, soy un mediocre cajero de banco, lento y poco cordial. Lo hago a propósito, me gusta ver cómo la gente se desespera, cómo se van poniendo rojos de la ira al ver que la fila no avanza. Y es que me gusta contar varias veces el dinero que me entregan los clientes para sus pagos o consignaciones. Tengo dos razones para hacerlo: Me encanta el olor a billetes usados y trato de desesperar a la persona que está del otro lado de la ventanilla. No me han sacado a patadas del trabajo, puesto que tuve relaciones con la gerente, una señora de 47 años, divorciada, sin hijos y con muchos loros en su casa. No es bonita, ni siquiera aguanta, es una anciana desesperada por sexo. Le hice la vuelta porque necesitaba el trabajo, y no por plata (la verdadera plata me la gano toc

La historia de Leonor

Me encontraba sentado en la sala de espera de una oficina, mientras aguardaba a ser atendido por mi cliente. Frente a mi silla había una mesa en la que pude ubicar mi computador y así revisar algunos archivos que debía entregar en unos minutos. En esas estaba, concentrado, cuando una señora de unos 70 años se sentó al mi lado y me saludó con una sonrisa. Yo le devolví la sonrisa y le pregunté sobre cómo estaba. Me contó que esperaba a su hija, quien estaba presentando una entrevista laboral en el lugar. Luego, empezó a comentar detalles de su vida. Yo, atento a sus historias, paré totalmente mis actividades, y centré toda mi atención en sus ojos, unos ojos color miel. Claros, tiernos, sinceros. Tocamos varios temas, entre esos, las relaciones personales y fue el pie para comenzar su historia: -Yo duré casada 50 años, mijo. No me lo va a creer, pero me casé a los 18 años. Imagínese, mijo. Yo no sabía qué era eso de casarse. Nací en Zipaquirá, vivía con mis papás y mis h

Un Jodido Párrafo

Mi nombre no importa, lo que hago, menos. Soy feliz con las cosas que más se alejan de mi vida como profesional. Se podría decir que en mi vida profesional soy un infeliz. En mi vida personal (ah, sobre esto, alguna vez le escuché a Gabriel García Márquez, decir que tenemos tres tipos de vida: La vida pública, la vida privada y la vida secreta), soy un poco menos infeliz. En mi vida secreta, simplemente no lo sé, allí no existe felicidad ni tristeza. Mi historia comienza en un barrio al sur de Bogotá y termina en un barrio al norte de Bogotá. Sí, esa ciudad fría que te recibe con viento helado y lluvia cobarde (que es y no es). De mi padre tomo la frase que siempre le dijo a mi madre: “No trates de cambiar lo que no puedes cambiar”; de mi madre tomo la frase que me dice cada vez que me ve: “Si usted se propone las cosas, las logra. Nunca se le olvide”. Qué jodido resulta escribir un párrafo, conectar ideas, concebir las oraciones que materialicen estas jodidas ideas… En fin. S

Al mismo tiempo

Efrén corría un lado a otro, por la trocha que sabía que lo acercaría a la cabecera municipal de Génova, en el Quindío. Tendría que atravesar el río, en la parte donde su cauce era más reducido y sus aguas poco profundas. Con una esquirla enterrada en su pierna derecha y una bala que había penetrado sus carnes como un taladro de broca gigante entra en la madera, así se alojaba la pieza dentro de su hombro izquierdo. Por fortuna para él, su arma -un revolver 38 largo de cacha blanca- estaba cargada y la usaba muy bien con su única mano servible (pues perdió la movilidad de todo el brazo izquierdo, a causa del balazo recibido, hacía algunos minutos). El coronel Garrido iba al frente, junto con una tropa reducida de 5 hombres, pues el resto cayeron durante el cruce de fuego entre Alias Efrén y el grupo especial que combatía a la guerrilla en esa región, el batallón Antonio Ricaurte. El coronel Garrido sentía la adrenalina recorriendo todo su cuerpo, esto le hizo olvidar, por un momen

Realidad

¿Dónde estoy? Es un lugar oscuro, tal vez sea de madrugada. No lo sé. Estoy acostado en una colchoneta, a cada lado hay personas, más de las que pudiera contar. ¿Cuántos son? No lo sé. Quiero pensar en qué hago aquí acostado, en lo que parece ser la madrugada. Muevo un poco mi brazo, roza con el brazo de otra persona que está dormida. No la conozco, jamás en mi vida la he visto. Todo es oscuridad. ¿Qué soy, hombre o mujer? Me entra un escalofrío cuando llego a la verdadera pregunta: ¿Quién soy? No lo sé... Por alguna razón empiezo a pensar en una mujer, creo tener una idea de cómo es, pero no logro reconocer su rostro, sé que quiero estar con ella. Es mayor que yo -asumo, pues en realidad no sé cuántos años tengo-, hay música, una especie de coros, como esos de iglesia del barroco. La música tiene mucho volumen, demasiado. ¿Estará sólo en mi cabeza y no en este lugar? No veo que le incomode a nadie. No veo nada, pero al parecer todos duermen. Sé que la mujer está cerca, espera por m

Al final...

Bogotá, 12 de diciembre de 2012. Queridos mamá, papá, Renata y amigos. Parece absurdo que les escriba esta carta, soy consciente de que no es la mejor manera, que van a quedar muchas dudas. Lo entiendo perfectamente y pido perdón por eso. Voy a repasar algunos detalles pequeños de mi vida para que se hagan a una idea del por qué de mi decisión. No espero que la entiendan, pero sí que la respeten. A mi mamá le debo la vida, ella es una mujer que me ha enseñado todo lo que sé. Siempre valoré sus esfuerzos. Aunque debo reconocer que fui un verdadero idiota en mi juventud y que hice cosas de las cuales no me siento orgulloso. Considero que fue por ella, por mi mamá, que jamás traspasé ciertos límites. Aunque hice muchas locuras, repito, no me siento orgulloso, pero tampoco me arrepiento, porque todo lo que hice me formó en la persona que soy ahora. Recuerdo mis fiestas de cumpleaños, mis navidades, incluso mis enfermedades.  Sin su cuidado, hubiera muerto antes d