El ave
Desde antes de que comenzara el concierto de Iggy Pop me encontraba con mi
nena en primera fila, justo detrás de la valla de seguridad que separaba a Iggy
de su público. Una niña (porque yo, con 35 años en mi haber, ya veo a las
mujeres de 18 como niñas) se acercó por detrás y me susurró al oído sin que mi
nena se diera cuenta. Deberías dejarme adelante tuyo, mira que soy más bajita y podríamos
hacer más cosas, dijo. ¿Perdón?, respondí en voz alta, sorprendido ante lo que
me acababa de decir. No había escuchado mal, pero en mi cerebro algo había
hecho “crack”. En esas mi nena se volteó y miró a la niña. Más que imaginar
cualquier cantidad de imágenes sexuales con esta niña de 18 años (no lo niego,
estaba buena), lo primero que vino a mi mente fue mi sobrina, Martina, de más o
menos la misma edad. La imaginé saliendo con un man de mi edad o mayor. Claro,
está en su derecho, sería incapaz de juzgarla, además soy el tío chévere, ¿cómo
podría?, pero la idea me chocó como una botella llena de trago fino que ha
caído de la mesa justo después de haber sido pagada.
Volteé y le dije a la niña, con una
sonrisa de estúpido, paso, gracias pero todo bien, no me interesa. Ella sonrió,
y su sonrisa hizo estallar las luces del lugar. No importa, estoy mamándote
gallo, dijo. ¿Estás aquí sola, no vienes con tu parche?, intervino mi nena.
Sí, están comprando trago, ¿Quieren tomarse algo? Yo invito, dijo ella cuando
en medio del tumulto dos niños y una niña, tal vez de 18 también, aparecieron
con media de ron y una botella de aguardiente. Aceptamos un trago y Salió Iggy
Pop. Él saltaba como una cabra poseída por exceso de cafeína. En Lust For Life se lanzó al público, tuve levantar
mis manos para recibirlo y no dejarlo caer, una avalancha humana se vino hacia
nosotros. Pensé que moriríamos aplastados como esa pobre gente en el concierto
de Pearl Jam en Rosklide, Dinamarca, en el año 2000. Por fortuna mandamos de
nuevo a Iggy hacia el escenario y el tumulto cedió un poco y pudimos respirar.
Iggy Pop se movía, se tocaba las
bolas, nos escupía, nos lanzaba botellas de agua. Estábamos ante El Padrino del
punk. Más pronto que tarde, otros pelados empezaron a subirse en la valla de
seguridad y a saltar hacia el público imitando al dios, al puto amo y Señor que
nos deleitaba con sus alaridos y su aire de rebeldía, a pesar de sus 69 años.
Sentí un golpe seco, me habían metido un patadón en la cara. Yo nunca fui ajeno
a la escena punk. La violencia en estos conciertos es natural y rara vez busca
lastimar, pero a mi edad ya no me sentía tan fuerte y elástico como antes. No
fui capaz de entrar a ningún ‘pogo’. La niña sí lo hizo. Y no sólo se metió en
el tumulto de golpes, sudor y flemas, sino que se encaramó como pudo en la
valla y se lanzó con odio hacia el público. Fue la única mujer que vi hacer eso
durante toda la noche. Estaba realmente poseída.
Sonaba I Wanna Be Your Dog, la niña estaba a mi lado empapada en un sudor
dulce. Se había quitado la blusa y estaba sin brasier. Sus tetas, aunque no muy
grandes, eran de una redondez cautivadora, como estar frente a un cuadro de
Magritte o algo así de atrapante. Mi nena, al ver la escena, se aprovechó de su mejor forma de llamar
mi atención. Metió la mano dentro de mi pantalón y me beso con furia, sobra
decir que me la puso dura.
Con mi nena llevamos un rato largo
saliendo. Somos grandecitos y sabemos qué queremos y hacia dónde vamos. Nunca
me ha celado ni yo a ella. No hay shows
ni escenas, no hay inseguridades ni miedos. Durante el break del concierto, me puse a hablar con la niña (seguía sin
brasier). Estudio literatura, dijo, salgo con uno de los pelados que vino
conmigo al concierto. Sacó algo del bolsillo de su jean y luego se oyó una
fuerte aspiración. Mi mejor amiga es la monita que estaba conmigo, la que trajo
el guaro y el ron. Nos conocemos desde el colegio, ella dice que soy juiciosa y
que tengo un futuro prometedor. Nos la pasábamos escuchando música encerradas
en mi cuarto o leyendo mucho, a veces salíamos a teatro, a museos o a
conciertos, como hoy. No éramos las típicas huevoncitas que leen esas revistas
de colegialas retardadas ni pertenecimos al club de fans de ningún marica de
esos tan populares como Justin no sé qué cosas o One Erection. Nuestros ídolos
fueron Boudelaire, Mallarmé, Lelian, Desbordes-Valmore, Sartre, Morrison y Hendrix.
Siempre he sido la niña buena de la casa, y no por aparentar ni nada de eso,
sino porque así soy, juiciosa, recatada, calmadita, dedicada a mi familia, al
estudio, de pocos amigos pero muy leal. ¿Quieres un poco?, me dijo. No, paso,
hace rato no le hago, pero gracias, respondí. ¿Sabes por qué le dicen ´perico´?,
continuó ella, porque te libera como un ave y hasta terminas hablando y
hablando y hablando como un periquito.
Iggy Pop regresó al escenario, el show
continuó y la niña desapareció en medio de un montón de manos y cabezas
agitándose. Yo me aferré a las caderas de mi nena.
bacano!!!
ResponderEliminarGracias, viejo Alan. Me gusta que lea mis cuentos y que sean de su agrado.
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